Taller de arquitectura 7 :: ULSA victoria :: arq. Jorge Arturo Zárate Cisneros

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TALLER EXPERIMENTAL DE ARQUITECTURA

domingo, 19 de septiembre de 2010

Biodiversidad urbana contra la ciudad indiferente / C. Hernández Pezzi

Biodiversidad urbana contra la ciudad indiferente
Carlos Hernández Pezzi.

La ciudad es hoy, más que nunca en la historia, un ámbito de libertad en el que todos tenemos que ser aprendices de los caminos de la emancipación de ideas y pre-juicios del pasado y de tecnologías que cam-biarán nuestro futuro si asumimos el riesgo del conocimiento, que implica siempre la soledad del explorador y la satisfacción del reencuentro de identidades cruzadas.

La ciudad del siglo XXI es el encuentro de todo lo malo y lo bueno del siglo XX. El desarraigo de la naturaleza, la violencia, la pobreza y la guerra han tenido su marco en las ciudades y es aquí donde se libran las batallas por la humanidad, la tolerancia, la vida y la cultura. La ciudad genérica o indiferente es la ciudad de los milagros. La real existe, mal que bien, por encima de ella. Y es una mezcla de estra-tos públicos y privados, de capas activas, de derechos y deberes. La ciudad diferente es la que representa las señas de pertenencia e identidad frente al modelo de la ciudad “gené-rica”, indiferenciada o anónima, donde toda la ciudadanía se engloba en un sujeto colectivo indiferenciado y en un espacio sin atributos, sin sexo, sin género, neutra y aséptica.

En esta ciudad de la identidad y la diferen-cia, ya no basta la perspectiva de género, la diversidad de orientaciones sexuales y las preferencias por las formas emancipadas de vida en plena libertad. Se trata de la defensa de una estrategia de valores urbanos, que son derechos y deberes de una nueva ciudadanía emergente, y no tanto de las ofertas de mercado en las que nos hemos sumido con tanta complacencia y corrección política. Las “ofertas de ciudades”, el “city marketing” y la competencia desaforada entre ciudades han tenido su ciclo y ahora, se precisan otras cosas, otras ideas, otros modos de pensar la ciudad.

Identidades variables de nuevas geometrías

La economía y la sociedad que cambian a identidades variables de nuevas geometrías, necesitan nuevos espacios de oportunidad y nuevos tiempos vitales. El lugar cuenta todavía, pero cuenta en función de movilidades nuevas y de posiciones que cambian, de ritmos y tiempos que se miden de otra manera. Berlín o Madrid emergen de una constante redistribución de espacios y tiempos; de un reparto -constantemente de-sequilibrado por las tensiones del mercado- a un reparto basado en la cohesión social y la justicia. El lugar es un espacio de mezcla en el que asociamos identidades y diferen-cias en lo colectivo y mantenemos nuestros espacios de individualidad y soledad. El espacio público es la forma de compartir por excelencia y la ciudad es el espacio de la red pública de intercambios en la que nos ponemos en común con otros seres humanos. El espacio público físico y virtual (en las redes) de las ciudades es el escenario de las batallas emanci-padoras de los seres humanos, donde se mide la igualdad de oportunidades para disfrutar del tiempo y del espacio. Pero la ciudad no solo es espacio público, es un espacio de transferencia entre lo privado y lo público, entre ecosistemas naturales y medio ambiente urbano, entre identidad propia y anonimato colectivo.

Según Jordi Borja -“La ciudad conquistada”, Alianza Ensayo, Madrid 2003-, “la ciudadanía es una conquista cotidiana”, pero la ciudad es un espacio colectivo más que un territorio de con-quista. Los derechos no sólo se alcanzan, sino que se establecen en la ciudad, mediante un equilibrio entre la memoria del presente y me-moria del futuro. La ciudad es un espacio de democracia en el que se comparten derechos y deberes que se promueven y reparten mediante acuerdos sociales, cultura y valores de justicia, igualdad y libertad.

Compartir la riqueza generada entre todos para aumentar el conocimiento y revertirlo en calidad de vida comunitaria es la primera prioridad de la nueva sociedad y, por tanto, de sus ciudades y capitales de mayor importancia. Ciudades solida-rias, ciudades hermanas, territorios urbanos del conocimiento y la tolerancia son los objetivos alcanzables de la emancipación humana y son el territorio frágil de la preservación del planeta en el que tenemos que plantear las políticas de igualdad. Las ofertas de oportunidades son ofer-tas de riesgos y no programas de subvenciones. Riesgos para quienes las promueven y riesgos para quienes acceden a ellas, pues todo conoci-miento pone al ser humano en el riesgo de ser libre y con ello en el de enfrentarse al mundo con plena conciencia de su “yo” y de las limitaciones de la libertad de su “yo” en lo social.

El “yo” personalizado frente a la masa genérica son una alternativa frente a la ciudad genérica, que no diferencia ni identifica ciudadanas y ciu-dadanos y trata a todos como sujetos objetivados e universales en vez de individuos subjetivos y específicos con derechos y deberes comunitarios.

Los sujetos protagonistas ya no son los mismos: su indiferenciación constituye un atentado contra sus derechos de igualdad. Y sus derechos a la igualdad vienen protegidos y limitados por el respeto a los de mucha gente que depende de ellos en otras ciudades y partes del mundo, tan lejanas y diversas como se quiera. En ese sen-tido, la perspectiva de género es un anticipo de políticas transversales, estructurales y el paso de los derechos simples a los derechos complejos es un paso hacia la sencilla evidencia de que el de-recho sencillo es más universal e igualitario que ninguno, por muy compleja que sea su materia-lización. La ciudad homosexual comparte un espacio de conflicto con la ciudad heterosexual, en la que los derechos complejos son una alter-nativa a la posición dominante de sectores privi-legiados históricamente.

Hoy es más sencillo entender el valor de la ciudadanía como un microcosmos diverso en el que las preferencias y perfiles definen individuos diferentes, -que reclaman soluciones distintas - a pretender unificar por clases, segmentos, eda-des, barrios, tipologías de mezclas jerarquizadas según la visión totémica de lo patriarcal.


Vasos comunicantes de la ciudadanía

Compartir la ciudad es disponer de accesos iguales, igual movilidad, equilibrados beneficios de renta y las mismas facilidades de formación, empleo, salud, alojamiento y cuidado. La ciudad crece en todos estos recintos de igual-dad y en otros tantos de bloqueo, desequilibrio e intolerancia. La forma de conseguir que la ciudad se construya de forma duradera por una ciuda-danía responsable es abrir sus vasos comunican-tes y establecer flujos de doble dirección entre todos sus grupos de habitar, de vivir y de pensar, para que todos puedan conocer, fluir y gozar del patrimonio que la historia ha otorgado al espacio de emancipación de la humanidad que son las urbes contemporáneas.

Las ciudades son mucho más jóvenes, dinámicas y transformadoras de lo que nos pueda parecer. Y no solo las más publicitadas como Seattle o Miami, sino Santiago de Compostela o Girona, Sevilla o Valencia. Hay ciudades que no excluyen sino com-parten territorios de la sociedad de flujos y el com-plejo de redes que enmarca el nuevo territorio de países y regiones y polariza nodos mediáticos. Y lo hacen responsablemente.

En el espacio virtual y en ciudades y sistemas de ciudades muchas de ellas están posicionadas en torno a valores de innovación y aportan indicadores de modernidad. De una modernidad basada en nuevos supuestos, nuevos valores, nuevos sujetos y nuevos modelos. Por eso los ciudadanos no po-demos descuidarnos o confundirnos con los discur-sos arcaizantes, el pesimismo o el énfasis en lo local, sin arriesgarnos a ser superados por otras realidades que conviven junto a lo viejo, aunque se vean menos. Ni tampoco en discursos equidistan-tes, bienintencionados y universales que acaben por homogeneizar e indiferenciar los problemas y las soluciones. Muchas alternativas son saludables en unos sitios y nocivas en otros. La ciudad indife-rente o genérica engulle todo con recetas clónicas y separadas de cada ciudadanía específica

La estrategia de modernidad consiste en concebir las ciudades como una parte del espacio de flujos, que necesita también de una cierta fluidez que no le ofrece ya la antigua visión del urbanismo. El urbanismo no es hoy ni la solución ni el problema, sino la manera vieja de ver las cosas, el territorio de lo construido, más que el territorio de lo que está por innovar, que es el territorio de lo social.

Muchas veces, los conflictos vienen de decidir cómo crecer para convivir de una forma sostenible con un proyecto de ciudad que es a la vez una Agenda de programas y plazos, de compromisos y pactos, de innovación y tradición. Una ciudad física, pero también virtual, dónde no sólo han de ofrecerse ca-lles, plazas y equipamientos, sino esperanzas ilusio-nes y utopías de riqueza moral, cohesión social, igualdad en la formación del capital organizativo, humano y tecnológico en torno a un modelo terri-torial y ambiental sostenible. Es decir en un proceso de ósmosis de los entornos humanos y ambientales con las formas de cohesión, participación y gober-nabilidad sociales avanzadas.
El cambio producido con la aparición de los nuevos sujetos sociales que articulan el proyecto de ciudad tiene que ver con las nuevas dimen-siones que se engloban en el bagaje de esos nue-vos sujetos. Bajo la nueva perspectiva, los valo-res de la orientación sexual propia y los valores específicos de una modernidad avanzada e inclu-yente necesitan del respaldo de los grupos, co-lectivos o tribus urbanas que tienen necesidades específicas y sensibilidades especiales. Lo exclu-yente es la generalización que aparta sujetos del proceso de cambio urbano.

Dentro de un escenario cambiante

La solución, las soluciones en plural, están en el empeño por hacer ciudades bajo nuevas miradas dentro de un escenario cambian-te de nuevos retos urbanos y ambientales; del pacto por el desarrollo equilibrado y repartido. Ese pacto social que apuesta sobre todo por la cultura y la calidad de la convivencia está alentado por la igualdad de oportunidades que defienden de forma diferente las ciudades más avanzadas y por la innovación en las formas de acceso al conocimiento. Igualdad hoy es capacidad de acceso, como ha definido a nuestra era Jeremy Rifkin, pero los accesos son distintos -aunque los derechos sean iguales-, en función de las condiciones de partida. Gays y lesbianas parten de sitios distintos y tienen necesidades sociales en la metrópoli que no son iguales, ge-néricas, sino diferenciadas y singulares aunque afecten a muchos ciudadanos y ciudadanas.

Lejos del viejo desarrollismo de los ámbitos segregados y las usos sin mezclar, del boom inmobiliario y del espejismo turístico, las aglo-meraciones urbanas, para poder desarrollar la pléyade de nuevas oportunidades, además de planes económicos, estratégicos y sociales nece-sitan estatus y corazones políticos de áreas metropolitanas reales, con poderes encabezados por el liderazgo de las ciudades cabecera –espacios colectivos de democracia- para hacer frente a sueños colectivos de futuro como la igualdad, la educación, la urbanidad, la convi-vencia en paz y la cultura. Los sujetos de ese cambio no se miden por un solo patrón. Son muchos los escenarios y los condicionantes de muchos patrones de conducta urbana. Cuanto más se garantice la mezcla y la convivencia urbana de patrones distintos, más rica será la ciudad en esos valores universales; y más influyente y atractivo su futuro.

Las áreas de la periferia y el centro, intercambian-do papeles, son el espacio dinámico donde se ins-criben las redes. Los espacios metropolitanos nece-sitan concentrar su ciudad compacta y a la vez di-fundir su espacio de flujos a un territorio por con-quistar, esparciendo sus valores ambientales, sus recursos humanos y vitales y rescatando el patri-monio histórico y natural que aún se tiene en el baúl de los recuerdos, para ponerlo al frente de una nueva identidad. Pero la conquista es de identida-des plurales. En la identidad está el perfil genético de la persona, su ADN de perspectivas y elecciones.

Por eso no hay que confundir la red con el todo y los nodos con las partes, como aparentan algu-nos analistas que desprecian lo real en menos-cabo de lo virtual y lo tecnológico. Más allá de lo que afirma Manuel Castells conviviremos dual-mente con categorías físicas y espaciales de las dos categorías tangibles e intangibles. La ciudad indiferente es una construcción teórica y una teo-ría virtual, predominante en formas de pensa-miento que tienen ya los días contados. La ciudad identitaria se basa en la destrucción del modelo patriarcal y en la incorporación del modelo de bio-diversidad humana y urbana que surge de la visi-bilización de los nuevos actores sociales, protago-nistas de un mundo sin complejos, abierto a todas las orientaciones de libertad sexual y personal.


Defender la identidad e identidades europeas

Esto es así en España y en Europa, en la economía global, no es otra cosa que cosmo-politismo frente a localismo, identidad universal frente a agravio, competitividad global y riesgo frente a subvención y clientelismo. La Carta Europea de Salvaguarda de los Derechos en la Ciudad es una muestra de la superación de con-flictos locales en una visión integrada de los pro-blemas, pero mediante la concreción e identidad de las soluciones para cada sitio.

La identidad está mucho más cerca de los valores e innovación de las redes tecnológicas, de la formación de capital humano y de la nueva empresa. Está más ligada de lo que muchos creen en torno a los valores medioambientales y ecológicos modernos, a la red de nuevos flujos de transporte de información y comunicaciones; se rige mucho más que antes por la puesta al día de símbolos culturales de tolerancia y de varia-bles comunitarias de calidad de vida.

Por eso la vida en la innovación social, cultural y económica es el objetivo mítico más sugestivo que se puede ofrecer hoy a los ciudadanos y ciudada-nas, aunque eso no coincida con la opinión de gentes sin discurso. La ciudad de la era digital ha de contener servicios igual de avanzados que los servicios virtualmente ofrecidos por la red. Esto quiere decir, accesibilidad, movilidad, igualdad, vinculación, reciclaje, información activa y demo-cratización de todos los servicios a todos los pun-tos de cualquier red de las ciudades españolas y europeas.

Y esto vale para mujeres y hombres, para emigrantes y locales, para jóvenes y parados: El retrato de la pobreza tiene un nuevo rostro, que es el de la mujer emigrada, poco formada, madre y desempleada. El de la exclusión puede tener mu-chos rostros. La exclusión activa o tácita, por mo-tivos de orientación o preferencia sexual es una la-cra indefendible, como la construcción de barreras urbanas. Dejar sin acceso a colectivos por razón de su homosexualidad o sus preferen-cias sexuales es un atentado contra la democra-cia urbana. Más democracia, más Europa, más transferencia de las redes a los modos de hacer cotidianos en transporte, habitación, cultura o empleo han de cambiar esta situación y hacer plural lo que ahora es singular en el discurso monocorde de minorías /mayorías, tercamente obsoleto.
El objetivo de imbricarse los cables, las redes, las fibras, los flujos, los sistemas compartidos, la información, el capital emprendedor, la economía social, el reto tecnológico y sus correlatos culturales y ambientales son lo que reclaman las ciudadanías en todas partes. Nos sentimos más vertebrados y cohesionados en la sociedad de la información que en la mediatización de las inver-siones compensatorias. Y nos sentimos más vertebrados en las ciudadanías diversas que en aquellas que parecen indiferenciadas.

Vertebrar la identidad con la diferencia, esa parece ser la ventaja de la ciudad con perfil propio frente al modelo único, genérico y clónico.


Oportunismo y oportunidad

Los proyectos políticamente correctos de igualar las ciudades de forma mecánica, de sumar equipamientos bajo los raseros de mínimos admisibles, deben dar paso a mapas activos de un territorio sin límite (que se salga de lo ciudadano hacia la ciudadanía abierta, de la ciudad clásica a la ciudad-región, que se salga de lo metropolitano hacia la ciudad-red, que se sal-ga del ámbito subregional hacia lo europeo) des-de el que abarcar los espacios de oportunidad. Mapas que no se crean sagrados, planes que no se crean salvadores, urbanismos que no estén viciados por la promesa aislada de reconstruc-ción del espacio físico, son a convocar a todas las fuerzas que levantan el nuevo espacio social co-rresponsable y comprometido con el individuo a través del respeto a la comunidad. Mapas del respeto al individuo polivalente, multidimensio-nal, mestizo, mezcla de muchas identidades e identidad múltiple, al fin y al cabo.

Ese universo de individuos y redes es un con-junto de planos tridimensionales (quizá tan mul-tidimensionales como el volumen de la nueva geometría de flujos) sobre las dos dimensiones principales de la ciudad contemporánea, espacio y tiempo. Activar los recursos espaciales y tem-porales y ponerles umbrales de crecimiento y de tamaño, de forma que el vuelo de una acción lo-cal no hipoteque la solución global y, al contrario, lo global permita la vida local de las minorías, los discapacitados los inmigrantes, los individuos, en fin, uno a uno, tomados de uno a uno. Tal ha de ser el objetivo de las nuevas políticas urbanas: una arquitectura de lo social que confluya hacia espacios accesibles desde el punto de vista polí-tico, económico y cultural, y los haga permeables al individuo y al grupo. Que active grupos e individuos como sujetos sociales variables.

Un plano activo en el que se inserten mallas superpuestas, retículas emergentes, hitos fijos y móviles, corrientes, turbulencias y estructuras creadoras de energía. Y todas ellas están forma-das por personas, grupos de interés y nuevos actores sociales. En la que se detallen los cursos de los recursos renovables, de los espacios trans-formables, de los tejidos regenerables, de lo intereses conciliables, pero recursos humanos, espacios humanos, tejidos humanos, legítimos intereses humanos. Un plano activo de las ten-siones y los conflictos, de las sinergias y empa-tías, de las variables que se relacionan hacia dentro de la ciudad y hacia su entorno exterior, de lo que se influyen las periferias y el centro en los movimientos socioeconómicos de las ciudada-nías emergentes. Ciudadanías de lo sensible y la sensibilidad, ciudadanías de la diferente identi-dad, ciudadanías de nuevas aspiraciones, orien-taciones y valores nuevos.

Un plano de territorios personales y urbanos con y sin proyecto. Un plano activo en el que la ciudadanía lance destellos de luz sobre los lugares en sombra, donde se destaquen las voluntades y estrategias que han de conectarse a las corrientes de innovación. Un plano que distinga entre lo que debe enmarcar y focalizar la iniciativa pública y lo que debe ser hecho por la iniciativa privada. Un plano activo de realidades que contenga valores, actitudes y defienda dere-chos, obligue a deberes y señale fehaciente-mente un horizonte de nueva urbanidad. La educación democrática de la ciudad que iguale a los ciudadanos ante la ley en el espacio físico, en el tiempo, en la vida comunitaria, en la felicidad de disfrutar una ciudad saludable.

Un plano activo de planes y estrategias superpuestas a una agenda de tiempos-espacios-accesos, a una malla de proyectos, a una retícula de sujetos y colectivos emprende-dores, a un horizonte de individuos prendidos en el respeto a la comunidad. Así es el mapa de ne-cesidades que demandamos a las nuevas estra-tegias territoriales. El mapa no es el territorio, el plan general no es el único recurso, la ciudad no es un único programa. El territorio es un proyec-to colectivo de ciudades activadas por planos inteligentes para la construcción de futuros plu-rales. Universos en los que las tres dimensiones están contenidas en los planos de justicia e igual-dad y se multiplican en variables multidimen-sionales. Ese es el reto del desarrollo sostenible en las ciudades. El territorio indiferente es el territorio de la resignación.


Calidad urbana y ciudad diferente: la innovación

Ciudad diferente será aquella que consiga no solo asignar usos e intensidades, clasificar suelos o señalar áreas y criterios de desarrollo, activando planos de conocimiento del entorno para favorecer procesos de mejora del entorno humano y natural. Aumentando la cali-dad urbana, aplicando las nuevas tecnologías aplicadas al territorio físico, innovando sobre todo en aquellas que no separen el concepto de tecnología de las necesidades sociales de cohesión y de vida que faciliten movilidad iguali-taria, calidad urbana, mejora de la formación y el empleo, alojamiento y protección de la salud.

España y Europa, tienen en la tecnología del conocimiento, en la mejora de su patrimonio vital y en desafío del medio ambiente las tres pro-puestas que más pueden proyectar un liderazgo comunitario y vertebrador. Innovar en los tres campos significa innovar en los valores y aplicar tecnologías avanzadas a la creación de nuevos espacios de oportunidad y calidad de vida a sujetos con nombres y apellidos.

Esto es, quizá, lo opuesto a atribuir a la tecnología la condición de una nueva maquinaria, porque significa utilizar un lenguaje esencial del nuevo conocimiento. Usar la tecnología como una codificación de nuevas facilidades instru-mentales en la vida cotidiana para el acceso a la igualdad. Todo lo contrario de propuestas cerra-das revestidas de falsa modernidad tecnológica.

Un liderazgo ciudadano y una gobernabilidad transversal muy lejos del localismo y muy cerca de lo global. No se trata de un tranversalismo de metáforas genéricas, sino una política activa contra la indiferencia y la indiferenciación genérica. Un territorio que la propia comunidad selecciona y controla para transferir conocimien-to entre unos y otros. Una acción contra la ciudad genérica asumida con resignación, estableciendo corrientes de intercambio que empapen las mallas de desarrollos en igualdad de condiciones y oportunidades. Una acción que asigne recursos permeables al capital físico, humano y social para dar cobertura a nuevos proyectos emancipadores y a los grupos con mayor capacidad emancipadora, innovadora. De esos grupos no se puede hablar en general, indiferenciadamente,

Esa estrategia no es tanto un proceso de conquista, como de firme convencimiento y per-suasión hacia una ciudadanía de valores, que de-fienda la diferencia frente a la homogeneidad, que articule las identidades desde lo sencillo: Dice Jaime Lerner, actual Presidente de la Unión Inte-rnacional de Arquitectos, que existen demasiados “vendedores de complejidad”. Lo “complejo” así entendido como “mercancía” es una fórmula para evitar la sencilla realidad de que la ciudad es un espacio colectivo de democracia y eso significa deberes y derechos compartidos, en mayor pro-porción que mercado y competitividad a secas.

Además, “indiferente” significa “no determinado por sí a una cosa más que a otra” o “que no im-porta que se haga de una o de otra forma”, y también quiere decir, según las acepciones del Diccionario de la RAE ”que no despierta interés o afecto”. Las ciudades indiferentes son aquellas que por su estructura no determinan a una cosa más que a otra, en las que no importa que una cosa se haga de una manera u otra y que no des-pierte interés o afecto hacia y desde sus ciudada-nos, o entre y por sus gobiernos locales. Ninguna de estas indiferencias facilita la igualdad, pues el ser humano necesita de las tres para sentirse parte de un sitio, de un barrio, de una urbe, del planeta. Pero tampoco las formas de “venderse” las ciudades ayudan a entender nuevos horizon-tes de convivencia diversa dentro de una ciudad y de ciudades entre sí.

Aunque interese a todos, sin lugar a dudas, las mujeres, -en sus ilimitadas individualidades emancipadoras, por sus formas de determinar lo importante, de hacer las cosas de determinadas maneras (sobre todo en relación con el urbanismo y el medio ambiente): Las mujeres son capaces de demostrar interés y afecto por la humanidad y los problemas de la preservación de la vida, son las más interesadas en compartir las nuevas ciudades del siglo XXI, mediante una comprensión mucho más consciente de los um-brales de tamaño, infraestructuras y valores que precisamos desde la ciudadanía responsable con la paz, la humanidad y la naturaleza. Pero no solo a las mujeres, los homosexuales y lesbia-nas, los grupos específicos diferentes que pug-nan por su plena visibilización y protagonismo en el escenario del futuro.

Contra la indiferencia de las ciudades, los colectivos singulares hacen más por la acepta-ción de la identidad de cada uno y la diferencia entre todos. Ulrich Beck, ha sentenciado recien-temente el final de “los otros”. La otroridad es hoy la crónica de una muerte anunciada, pues “el otro” solo es quien convive dentro de uno mismo en una identidad múltiple que incluye todo el ser. Los otros yoes que son nuestro ser, son quienes más consecuentemente se oponen -mediante la identidad- propia a la pretensión antimoderna de seguir construyendo obstinadamente la ciudad genérica del patriarcado burgués.

Málaga, 14 de Febrero de 2005.

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